América Latina y el Caribe atraviesan una situación económica, política y social con ciertas dificultades, condicionada en parte importante por las circunstancias externas y por la naturaleza de la estructura productiva de las propias economías latinoamericanas, dependientes en gran medida de las materias primas. No obstante, la región tiene la oportunidad de cambiar la trayectoria de su desarrollo hacia un modelo de crecimiento más inclusivo, con patrones de inversión y consumo más sostenibles, en el marco de una etapa de la historia de cambios acelerados en el ámbito tecnológico –hecho al que se le conoce como la cuarta revolución industrial–, y que está originando una disrupción en casi todas las industrias y países a través de la modificación de los modelos de negocios y la generación de una serie de desafíos y oportunidades que los países de la región deben aprovechar en bien del desarrollo.
Para encaminarse hacia ese objetivo, la región requiere de la participación de los diversos actores comprometidos con el desarrollo y especialmente de recursos para inversión. Es aquí donde los bancos de desarrollo tienen un campo amplio y con grandes desafíos para actuar, desarrollando instrumentos y programas innovadores acordes con las necesidades de las personas, los proyectos y territorios a los cuales tienen como mandato atender.
¿Hacia dónde y sobre qué bases se orienta el desarrollo de la economía internacional? ¿Qué rol juegan las inversiones en innovación, infraestructura y desarrollo del capital humano? ¿Qué deben hacer los Estados nacionales y los demás actores locales? ¿Es la revolución tecnológica actual resultado de la acción del mercado o más bien producto de un impulso inicial del Estado? ¿Qué tan importantes son y cómo deben actuar las instituciones financieras de desarrollo en las actuales circunstancias?
El fin último de las políticas de desarrollo y de transformación de las economías de la región es mejorar el bienestar de las personas. Las nuevas tecnologías pueden provocar que haya sectores de la población que mejoren y otros empeoren su nivel de vida si carecen de los medios, capacidades y consecuentemente de las oportunidades para ser parte de los beneficios de una transformación estructural. En este contexto, cabe preguntarse ¿Qué tipo de tecnologías se requiere priorizar e incorporar? ¿Qué sectores clave se deben potenciar? ¿Cómo equilibrar el desarrollo del mercado interno con su integración a los mercados mundiales? ¿Hay recetas preconcebidas para lograr el desarrollo o más bien éstas son resultado de una experiencia exitosa? ¿Cómo movilizar los recursos financieros privados para complementar la inversión pública? ¿Qué papel les corresponde y qué están haciendo en este proceso las instituciones financieras de desarrollo?
Este es el tipo de infraestructura que hoy se está construyendo en el mundo, y América Latina y el Caribe con sus instituciones financieras de desarrollo deben tenerlo como uno de sus objetivos prioritarios. ¿Cuál es la situación y las necesidades de infraestructura en América Latina y el Caribe? ¿Cuánto puede mejorar la productividad y competitividad de la región invirtiendo en infraestructura? ¿Qué papel juega la infraestructura inteligente o “internet de las cosas”, en esta ola de inversiones requeridas por los países de América Latina y el Caribe? ¿Qué buenas prácticas en este campo hay en el mundo que la región pueda adaptar? ¿Cómo están las instituciones financieras de desarrollo orientadas al financiamiento de este tipo de infraestructura incorporándolas en sus actividades corrientes?
¿Cómo las tecnologías digitales están cambiando las prácticas bancarias y qué tan aplicables son en la banca de desarrollo? ¿Qué prácticas innovadoras se han desarrollado y pueden ser asimiladas por nuestras entidades? ¿Cómo esta disrupción de tecnologías y modelos de negocios pueden facilitar la inclusión financiera y social desde las instituciones financieras de desarrollo utilizando plataformas de internet, y permitiendo su acceso a través de distintos dispositivos móviles?